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Necesidad de contacto y porteo

  • Foto del escritor: Evelyn Paredes
    Evelyn Paredes
  • 25 sept 2019
  • 4 Min. de lectura

El contacto es de vital importancia porque será la base para todas las futuras relaciones del niño o niña, por ello debe ser protegida y asegurada.


Partiendo de esta premisa cabe decir que la palabra “Contacto” para La RAE es la acción y el efecto de tocarse dos o más cosas.

Pero cuando hablamos de contacto entre madre e hijo, hablamos de un vínculo especial y de una conexión que se forma de una manera instintiva, que garantizaría la preservación de la especie; este vínculo o conexión es recíproca y beneficiosa para ambos gracias a la liberación de oxitocina que se produce al entrar en contacto ambos cuerpos.



La oxitocina es la hormona del amor y de la calma, tiene efectos anti estrés y de autorregulación de los latidos del corazón, de la presión arterial y es responsable de la sensación de bienestar; de aquí que es tan importante para nuestra especie establecer este vínculo de contacto para tener un desarrollo normal del bebé.




Según Portman Somos nidícolas secundarios y nidífugos prematuros o desvalidos.

Cuando nos referimos a la clasificación del reino animal podemos distinguir dos tipos según su crianza: Los nidícolas y los nidífugos, cada uno con características particulares y una forma de desenvolverse dentro de su misma especie y en relación con las demás.


Nidícolas: Tiene un ciclo vital corto; nacen por partos múltiples y sus crías nacen

indefensas, sin pelo y sin movimiento, sentidos a medio desarrollar; no pueden regular por sí solos su temperatura corporal; no tienen más seguridad que la proporcionada por el nido junto a sus hermanos; la leche por tener alto contenido graso, puede saciarlos por mucho tiempo o por lo menos hasta que la madre regrese al nido.



Nidífugos o de manada: Los ciclos vitales son largos; con partos únicos; al nacer parecen una miniatura del adulto, son autónomos desde el nacimiento; los órganos sensoriales son totalmente desarrollados al nacer; pueden mantener su temperatura por sí solos, siguen permanentemente a la madre y gritan si se ven solos; la madre está siempre en la manada para asegurar la seguridad de sus crías; la leche que producen es baja en grasa por lo que se digiere más rápido y necesitan alimentarse continuamente.




Dicho esto, nace una gran pregunta: ¿y los seres humanos?, ¿a qué clase pertenecemos si tenemos características de ambos?

Un ser humano no es nidícola ni nidífugo 100%, tiene características de ambas clasificaciones y no somos la única especie que posee características de ambos.

Nuestra especie nace indefensa, depende de un adulto que lo transporte, que le asegure el alimento, que esté en contacto con él para ayudarle a regular su temperatura y demás funciones vitales y que le brinde la seguridad, que en este caso se la brinda la propia madre dentro de una tribu o clan.

Por todo lo mencionado podemos decir que es completamente natural que un bebé necesite siempre a la madre cerca, en contacto.

Un aporte extra que nos proporciona Portman (1) y que es bastante interesante es el llamado periodo de exterogestación, en este periodo el bebé, ya fuera del vientre materno, no tiene conciencia de que es otra persona diferente a su madre, no sabe que son dos cuerpos distintos y cada uno es independiente, por lo que necesita de los brazos y el pecho de la madre para sobrevivir de manera sana.


Y entonces, ¿es transcendental definirnos como nidícolas o nidífugos?

Pues no lo es tanto, somos una especie que más que ser nidícolas secundarios o nidícolas desvalidos, hemos nacido para estar la mayor parte del tiempo en contacto, en contacto con la madre o con la figura de apego, es decir para ser llevados.

Somos una especie de llevadores o de acarreo según la clasificación dada por Bernhard Hassenstein (2), y al parecer encajamos mejor en esta clasificación.

Dentro de ella podemos diferenciar dos más: Los llevadores activos que son aquellos en los que sus crías se aferran a su madre por medio del pelaje y los pasivos, entre ellos los humanos que, dejan todo el trabajo de llevar a la madre.


Somos portadores pasivos

Indistintamente de si somos nidícolas secundarios o nidífugos prematuros nuestra especie es más de llevar, de acarreo, de portadores pasivos y ¿Qué indicios tenemos sobre esto? Si observamos, nuestros bebés se caracterizan por tener el reflejo de prensión en pies y manos que le permiten aferrarse a su madre, que le aseguran su protección y por ende el alimento. Además sabemos bien que los bebés tienen dificultades para regular su

temperatura y otras funciones vitales, dificultad que se ve solucionada al estar en contacto con la madre. Por este motivo no podemos negar que los seres humanos necesitamos del calor materno y del contacto para seguir desarrollándonos normalmente.

Es así como el porteo es un gran aliado para crear este vínculo de contacto, nos permite satisfacer esa necesidad y nos brinda independencia como madres y padres al poder realizar otras actividades con nuestras manos libres y sobre todo, es una extraordinaria experiencia sensorial que le permitirá obtener a nuestro pequeños, un bagaje de estímulos que contribuirán a un óptimo desarrollo.



(1) Portmann: Biólogo, zóologo, antropólogo y filósofo suizo, junto a otros tres científicos propone la teoría de la exterogestación.

(2) Profesor emérito, pionero distinguido en biología del comportamiento y cofundador de Biological Cybernetics .


Fuentes

 
 
 

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